Mucho se habla de la eficiencia energética de los edificios pero, en realidad, se debe pensar en eficiencia energética ya desde un nivel superior al edificio, es decir, a nivel de ciudad, a nivel urbanístico.
Modelos urbanos como el estadounidense, con infinidad de viviendas unifamiliares o pareadas de 2-3 plantas de altura, o el que se está desarrollando en México, donde existen multitud de viviendas de una sola planta, provocan unos derroches energéticos en el transporte y en infraestructuras muy importante, habiéndose de recorrer distancias kilométricas para ir al trabajo, al colegio, o simplemente a hacer la compra, al igual que se disparan los costes en las instalaciones urbanas de abastecimiento, saneamiento, electricidad y telecomunicaciones.
El urbanismo configura el territorio, fijando los edificios y espacios públicos, determinando así el comportamiento de la ciudad o región.
Dado que el planeamiento urbanístico posee una vigencia temporal indefinida, debería incluirse el ahorro energético como una de las medidas para preservar la conservación del suelo y del medio ambiente. Este principio de ahorro de energía debería tener una gran presencia tanto en el planeamiento superior (planes generales...) como en el planeamiento de desarrollo (planes parciales...), así como en la fase de ejecución del planeamiento: el proyecto de urbanización.
Lo primero que ha de realizarse es un exhaustivo análisis del lugar, aprovechando las condiciones ambientales favorables y controlando o limitando las condiciones ambientales desfavorables.
Se han de tener en consideración las condiciones microclimáticas y energéticas de los emplazamientos posibles, para asignarles un adecuado índice de edificabilidad o aprovechamiento y la densidad edificatoria.
Las zonas con pendiente sur posibilitan una mayor densidad edificatoria que las zonas llanas, dado que las sombras arrojadas entre edificios son menores.
En zonas calurosas, donde la demanda de refrigeración supera a la de calefacción, han de reducirse las orientaciones oeste.
Han de integrarse los usos residencial, laboral, comercial y recreativo y otras actividades en la escala local, de cara a minimizar el consumo energético derivado del transporte diario.
En cuanto a las condiciones climáticas del emplazamiento, han de tenerse en cuenta la orientación solar, los datos térmicos, la topografía, el régimen de vientos, la vegetación y la hidrogeología. Se ha de procurar que el emplazamiento esté soleado en invierno.
Es importante realizar un estudio de sombras permanentes entre edificios y por la propia orografía del terreno.
Es fundamental la correcta elección de la ubicación de las zonas verdes dentro del entramado urbano, permitiendo su uso durante el mayor periodo de tiempo posible. Asimismo, se ha de garantizar el soleamiento de los espacios verdes.
También se ha de tener en cuenta que las viviendas, calles y otras vías de circulación han de disponer de sombra en verano, mientras que los captadores solares térmicos necesitan acceso al Sol (al igual que los fotovoltaicos).
Las instalaciones de distrito (calefacción o refrigeración) requieren que se haya previsto un porcentaje de suelo para las mismas en la ordenación urbanística.
Igualmente, han de trazarse rutas peatonales y en bici atractivas y seguras, de forma que se reduzca el tráfico rodado.
Se han de diseñar redes separativas de saneamiento, que recojan por un lado las aguas pluviales y por otro lado las aguas negras.
A grandes rasgos, las distribuciones urbanas densas permiten luna mayor disponibilidad de espacio para zonas verdes, y reducen el coste de las infraestructuras e instalaciones urbanas.
Fuente: dl2gformacion.es (ver noticia)
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